Los que suscribimos este documento mantuvimos una posición coherente frente al gobierno K. Lo consideramos la forma argentina en que se resolvió la crisis del “neoliberalismo”. Un forma que, a diferencia de países donde se manifestaron caminos más radicales con el surgimiento y ascenso de nuevas corrientes políticas externas al elenco político tradicional (como las paradigmáticas Venezuela o Bolivia), se caracterizó por encumbrar una alternativa (minoritaria) surgida del mismo elenco gobernante en la década anterior. Pero, esta salida de la crisis no fue su negación ni su simple superación a través de un continuismo, sino que implicó la existencia de un modelo diferente. No rupturista pero sí diferente, con sus cambios y continuidades, cuya existencia no sólo implica correcciones dentro de la misma lógica neoliberal (lo cual no nos permitiría hablar de rasgos de un nuevo modelo) sino también elementos nuevos.
Tampoco (como se deduce de lo anterior) consideramos que las llamadas políticas kichneristas sean sólo maquillaje. O políticas tan superficiales que deban ser denunciadas como engañosas. La política de DDHH respecto del pasado reciente ha sido bastante amplia incluyendo hechos de impacto simbólico como condenas concretas. Sus consecuencias afectarán el fututo del país y las políticas que intente desplegar la derecha más rancia. Es por eso que atrajeron a casi todos los organismos de DDHH que las aplaudieron y aplauden, logrando que pasaran a ser factores de consenso del elenco K. En un sentido parecido vemos a la ley de matrimonio igualitario.
De la misma forma, la política K respecto de Latinoamérica dejará sus huellas. Y es de destacar ya que no era la única posible como alternativa para salir de la crisis. El NO al ALCA en Mar del Plata en el 2005 fue altamente positivo y no habría existido sin Argentina como actor principal. Así lo vimos en ese momento y los sostenemos hoy. No es lo mismo, ni nos es indiferente el ALCA frente al UNASUR, Mercosur, Banco del Sur y toda esa serie de iniciativas a nivel latinoamericano de las cuales Argentina es parte (y no como vocero de sus tendencias más conservadoras). El mismo viaje de Néstor Kirchner a Colombia fue un espaldarazo para Chávez, y un desahogo para las FARC.
Siguiendo; indudablemente respaldamos a la estatización de las AFJP, la ley de Medios o la asignación universal por hijo. Sin que las dudas o limitaciones y los planteos de cómo usa el gobierno esas medidas nos haya hecho perder de vista el horizonte de las mismas. Sabiendo también que no van al corazón del capital y que es atendible la crítica de que se trata de rescates de empresas quebradas por los privados, vimos con buenos ojos las estatizaciones de correos, aguas, aerolíneas, etc.
No compartimos la crítica de que este gobierno es el gobierno de la represión. O que el accionar de patotas sindicales, el gatillo fácil policial o las represiones a varios conflictos sean políticas impulsadas y militadas por el grupo K. El gobierno K no es más represivo que cualquier otro gobierno democrático de nuestra historia.
También consideramos indudable que la desocupación disminuyó notoriamente, que los salarios se recuperaron con relación a lo peor de la crisis y sobre todo en los primeros años y en el sector ocupado en blanco, que la industria se reactivó y mejoró su competitividad como también que el capital “productivo” (agrario o industrial), sobre todo exportador, paso a primar sobre el financiero y la renta de empresas de servicios.
Este último punto es un buen eje para hacer de bisagra en este documento. Hasta aquí. Si cerráramos nuestro escrito, podríamos decir “bueno por eso somos kichneristas”. Pero en cambio diremos, por eso no consideramos que el modelo K sea una simple continuidad del menemismo y, en general en esto (o en la valoración de estos puntos) nos diferenciábamos de una gran parte de la izquierda. En general los puntos plateados arriba son los que el kichnerismo progresista presenta como sus grandes logros. Y que muchos críticos se empeñan en discutir, perdiendo sistemáticamente, al confrontar en los terrenos donde el gobierno es fuerte y donde el pueblo se considera bastante satisfecho.
Nosotros en cambio preferimos avanzar por otro lado. O más bien empezar por el último de nuestros puntos. El referente a la fracción de la burguesía que es la que el modelo K trabaja y hace explícito su interés de beneficiar presentándola como la buena y necesaria “burguesía nacional”.
En realidad creemos que este modelo tiene en su génesis, entre sus abuelos a uno que muchos prefieren olvidar: Duhalde, o mejor dicho el tándem Duhalde-Lavagna (que como muestra de continuidad acompañó a Néstor en la primera parte de su gestión). Son abuelos sólo de una parte, pero lo suficientemente significativa para que no la debamos olvidar. La salida del uno a uno (que permitió recomponer rápidamente las ganancias de las empresas por la demoledora caída de sus costos internos), y las primeras medidas económicas que permitieron que la industria local se empezara a mover nuevamente, antes del asenso de K. Como también del hecho de que lo peor de la crisis política fuera absorbido por “el cabezón”. Sin dudas K avanzó mucho más y tomó algunas medidas que no eran pare del espíritu ni la línea duhaldista. Pero la compensación a los bancos (rescate de los mismos antes que otras medias, como rescatar a los ahorristas, a los desocupados, a los sin techo, etc. por ejemplo) costó al estado 10000 millones. El primer pago al fondo otros 10000. Hemos acumulado durante el K un record de pagos efectivos de deuda por parte del Estado, sin que se haya revertido la fuga de capitales, ganancias y dividendo de especuladores, empresas extranjeras y “burgueses nacionales”. Es una política “posible” como la presenta el K, aumento del PBI respecto de la masa de capital adeudado, lo que disminuye la asfixia, pero eso está atado a los ciclos del capitalismo argentino y latinoamericano (hoy en una etapa positiva) cuando la onda pase a su fase descendente seguiremos cargando con nuestras debilidades estructurales y la deuda volverá a asfixiarnos.
El campo de la burguesía
La burguesía beneficiada por el modelo tiene varias ramas. Una: las industrias locales que producen para el mercado interno, que automáticamente se reactivaron con la protección del nuevo tipo de cambio 3 o 4 a 1 respecto al dólar, y la brutal caída del salario real y los derechos obreros. Esta es la base de la recuperación del empleo, aunque no suficiente base como para que una enorme masa de trabajadores (la mitad aproximadamente) sea precarios, tercerizados y con salario y beneficios mucho menores que los que la clase obrera argentina había conquistado desde la década del 40. Esta es una clara herencia del neoliberalismo y una “conquista” de la burguesía que no parece revertirse. También esta reactivación no ha significado una expansión significativa ni el resurgimiento de ramas industriales desbastadas por el neoliberalismo. No se ve un plan estratégico que exceda favorecer a los capitalistas y facilitar sus negocios esperando que “renazca” una burguesía nacional que cumpla sus “tareas históricas” con una política de “derrame” garantizada por el gobierno.
La segunda fracción es la burguesía agraria. Más allá de las políticas mercado internistas necesarias destinadas a la fracción anterior para superar la crisis social de desempleo y mover la economía local, el eje del modelo K es exportador y no mercado-internista. Y, siguiendo una tradición latinoamericana heredada de la colonia, continuada en las repúblicas neocoloniales (y solo cuestionada en cortos períodos), el modelo depende de la exportación de productos agro-mineros poco elaborados y de algunas industrias a ellos vinculadas. Una coyuntura prolongada favorable a los precios agrícolas (y especialmente la soja) o primarios en general (mineros, petroleros) es una de las claves de la entrada de divisas al país y con ello del superávit (otra de las claves del modelo). Indudablemente los términos de intercambio nos han favorecido en la última década a todos los países latinoamericanos y esto no es mérito de ningún gobierno ni modelo en particular. En ese sentido el K aprovechó al máximo esa veta incentivando los negocios, apoyándolos desde el Estado. Con la contra parte de la ya famosa sojización y concentración descontrolada de los negocios en nuevos pináculos, los llamados pooles, y grandes empresas comercializadoras. Cuando el gobierno, consciente de su “éxito”, quiso avanzar sobre la renta agraria encontró una resistencia sorprendente de todas las fracciones burguesas del campo y fue derrotado por los mismos que había ayudado a fortalecer. El modelo K es (como el antiguo modelo oligárquico pre-peronista) exportador de productos primarios de acuerdo a lo que el mercado mundial reclame.
La tercer fracción, es la burguesía extrajera vinculada a la explotación de materia primas del tercer mundo para abastecer sus industrias. Mineros (en la misma lógica petróleo y gas) penetraron nuestro país con Menem. Este siniestro personaje modificó la constitución nacional para beneficiarlos y poder asociar a oligarcas regionales al nuevo saqueo colonial (quitándole al Estado nacional jurisdicción sobre los recursos del subsuelo y entregándoselos a las provincias, con el engañosos argumento del federalismo). Es allí donde el capital extranjero se encuentra más activo, también protegido por el Estado que le otorga beneficios extraordinarios para que se lleven del país recursos sin elaborar y solo dejen devastación, empleo coyuntural a algunos pocos y mínimas regalías. Muchos nuevos Potosíes a lo largo de la cordillera de los Andes es el viejo proyecto imperial para América latina en el siglo XXI. El caso del petróleo y el gas es un caso paralelo pero que merece atención. También regalados para el saqueo por el menemismo, no ha habido atisbos de estatización cuando la situación regional y mundial parecía no poner demasiadas trabas. Por el contrario las empresas explotan yacimientos que heredaron del Estado exportando a precios internacionales y colocándonos nuevamente al borde de la dependencia energética situación que tanto esfuerzo nos costó superar (y que fue causa de la crisis del programa económico peronista del 73/74).
Una última fracción beneficiada, pero no por eso menos importante, son las automotrices y la siderúrgica dos grande ramas privadas que el modelo K se preocupa especialmente por ayudar y que han recuperado tasas de rentabilidad muy grandes. Tienen eslabonamientos hacia atrás el caso de la automotriz o son base de una industrialización como la siderúrgica. La expansión es notoria, aunque no alcaza el nivel de los setentas y su derrame sobre las autopartistas no es tan directo como se esperaba. Lo mismo el caso de la siderúrgica privada más que aportar al desarrollo de la industria local exportan. Los salarios de las ramas beneficiadas parecen elevados para el mercado local (entre 4 y 5000$ en promedio) pero notoriamente menores que en los países desarrollados (unos 15000$ en España). Sin embargo el enorme apoyo del gobierno, que en los foros internacionales actúa como gerente comercial de las mismas, no parece tener la contrapartida por parte de los empresarios. El capital acumulado no se ve en reinversión productiva con nuevas fábricas y nueva tecnología en el país. Típica conducta de la burguesía argentina a lo largo de nuestra historia. Como podemos verificar nuestros grandes empresarios oscilan en sus inversiones “de oportunidad” pocas veces de profundidad. La riqueza se va en gasoductos por Asia Central (Bulgeroni), o plantas en Venezuela o México (Techint).
Por último tenemos al capital que el nuevo modelo desplazó del centro de la escena: el especulativo, el de servicios privatizados. Sin embargo estos últimos son sostenidos sin conflictos a través de subsidios directos y muy pocas veces se habla de estatización aunque en algunos casos los capitales extranjeros han dejado su lugar a capitales locales. A todos nos llegan las facturas de luz indicando cuánto se paga en otros países, que es lo que se pagaría en el nuestro si las tarifas siguieran dolarizadas. El gobierno desacopla los precios internos mediante subsidios con los que restituye parte de la rentabilidad esperada por el mercado y así intenta armar un modelo que satisfaga a todos.
Este es el modelo que hoy vivimos. El cual no compartimos. Más allá de reconocer las virtudes al principio enumeradas. Aún en las virtudes podemos encontrar flancos débiles, desatenciones o insuficiencias. Como la recuperación salarial que en términos relativos fue tan grande (las jubilaciones en dólares no son mucho más altas que hace 10 años, el salario promedio es más bajo). La pirámide impositiva se mantiene sumamente regresiva. Y el aumento del costo de vida de los últimos años pende como una amenaza constante sobre la precaria recuperación de los salarios y el empleo. La política de incentivo y apoyo directo a algunas ramas de las patronales es propagandizada por los K, pero habiendo cientos de empresas recuperadas por sus trabajadores y muchas mas en condiciones de seguir el mismo camino, no ha habido una sola política específica para el sector. Como el “gatillo fácil” en DDHH que es el emergente de unas fuerzas de seguridad que no han cambiado, altamente corruptas, aunque algunos viejos responsables de atrocidades masivas sean castigados. O como la política de integración latinoamericana que, con sus avances indudables, parece ser negociada con una política de alineación con el imperialismo yanqui en el conflicto de medio oriente (su frente de batalla fundamental) en contradicción con Brasil, Venezuela, Bolivia, etc. y en consonancia con Colombia. O la democratización de las FFAA, donde se implementan derechos para las mujeres o cátedras de DDHH, pero no ha habido un cambio estructural, fuera de los producidos por el menemismo, que muestre la existencia de una nueva conciencia en ellas que elimine el espíritu de casta; ni se ha desarrollado un apolítica de defensa acorde a los reclamos de los demás países de Latinoamérica como Venezuela o Brasil.
Las claves del estilo K
Ahora bien. En qué afecta la muerte de Néstor Kirchner estas políticas. Creemos que allí hay que buscar dos elementos complementarios. Uno el estilo de construcción de gobernabilidad K. Y otro, las aspiraciones de una importante fracción de la burguesía beneficiada por este modelo.
El primer punto es una característica y a su vez debilidad de origen. K no asume como consecuencia de un poder propio. Ni es un dirigente encumbrado por las masas rebeladas en el 2001. Ni es un político dirigente, cabeza de una estructura de poder tradicional. O sea que el núcleo K carece de las dos fuentes de poder que puede tener un gobierno: el pueblo organizado y movilizado o las clases dominantes y sus corporaciones. Aunque sin dudas es preferido o aceptado por todas las corporaciones patronales como una necesidad después de la crisis del 2001 y el estallido popular y después de la inviabilidad de una experiencia fascista (Duhalde). Y también ha logrado que el pueblo vea con buenos ojos un gobierno que bajo el cual su situación inmediata mejoró.
Una vez en el gobierno, y consolidada una estabilidad que demostró ser duradera, K se puso a llevar adelante un juego político propio. El grupo K leyó bien la situación, nacional e internacional y se colocó en medio de ella apuntalándose. Alianza con Chávez, cercanía con Brasil, políticas de reconocimiento de los sectores populares. Entonces mantuvo y profundizó las políticas económicas que mostraban éxito en superar la crisis y le permitían mantener la alianza o neutralidad de las principales fracciones del poder económico y por otro abrió el juego a importantes organizaciones populares a través de compartir políticas sociales y de DDHH. Ganándose el odio de la derecha genocida.
Por otro lado, desde el manejo del núcleo institucional del Estado nacional negoció gobernabilidad con otras fracciones: intendentes de derecha, gobernadores mineros, sindicalistas vandoristas, etc., todos recibieron su fracción de Estado. En general estas fracciones no son Kistas ni comparten todas las políticas K pero, a cambio de su acompañamiento, el núcleo K cede políticas y negocios a ellos. También el progresismo recibió el mismo trato, aunque con mucho menos espacios de poder conquistados como para significar una fuerza estructuralmente significativa, más allá del peso que nosotros les adjudicamos a los símbolos y que el perfil del gobierno aparece, gracias a ellos, mucho más a la izquierda de lo que la distribución de los hombres que administran el Estado demuestra.
Este es el estilo K de construir “poder” que lo “federaliza”. Estilo que nosotros no compartimos ya que demostró su límite con la 125 y el freno que la burguesía agraria (por demás excesivamente egoísta) le puso al núcleo K y la imposibilidad de éste de poner de su lado suficiente fuerza comprometida como para torcer el brazo, en una medida que para nosotros era de mínima. Aunque es de destacar que es a partir de este hecho de confrontación con la derecha cuando se empezó a formar una corriente de opinión social que es específicamente Kista y que parece componer su base social más genuinamente kirchnerista.
El segundo punto del estilo K es también una característica del modelo: la amortiguación y negociación de los conflictos sociales (de la lucha de clases). Para ello el modelo K propone utilizar recursos para evitar la pobreza extrema, el desempleo, la caída abrupta del salario. La lógica del capitalismo genera desigualdades, al equilibrio de mercado no le interesa la cantidad de población activa en condiciones y necesitada de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Es así que el Estado debe intervenir para no caer en un 2001 permanente (intervenir para amortiguar estas consecuencias de las diversas crisis sobre los trabajadores). Esta amortiguación, entonces, se expresa en políticas sociales y tolerancia a los movimientos de las clases oprimidas como también generosos subsidios compensatorios a las empresas. De esta forma se alteran los mecanismos óptimos que la burguesía disfruta para explotar a los trabajadores. Y es aquí donde otras fracciones del espectro político (la “derecha”) se propone como una alternativa peor. En este rol también Néstor parecía tener un lugar destacado. No sólo hacia los movimientos sociales sino también hacia los demás grupos, oficiando de amortiguador de la figura presidencial.
Por último el modelo K se basa en la capacidad de mantener un superávit suficiente para que los recursos alcancen para desarrollar todas las políticas anteriores que implican conformar a muchos. La esperanza difundida del modelo es que “surja una burguesía nacional” que mantenga el nivel de empleo y adquiera la pujanza suficiente para ser cabeza de la sociedad y que el Estado pueda garantizar una distribución de la riqueza sustentable para las aspiraciones de ganancia de los capitalistas. Pero aunque consideremos que este modelo es lo “racional y posible”, la realidad sigue siendo exportación de productos primarios y algunos derivados inmediatos, superávit suficiente para conformar a todos y amortiguar el conflicto con políticas sociales.
Muchos plantean que el Kismo es simplemente la recuperación del peronismo ya que se sustenta en la alianza de clases y proclama defender los intereses de la burguesía nacional. Creemos que vale la pena la comparación con el primer peronismo. El famoso fifty fifty (que llegó para algunos a más del 50% para los trabajadores) y condiciones jurídicas y políticas que impedía su alteración. Desarrollo de planes económicos estatales de desarrollo industrial. Nacionalización del comercio exterior, depósitos, servicios e industrias, suelo y subsuelo. Y los famosos beneficios sociales. Este modelo encuadró la libertad de acumulación de la burguesía y puso límites a sus libertades en el ejercicio del manejo de su propiedad. Sin dudas estas fueron las condiciones peronistas de la alianza de clases, en la cual Perón no dudaba que una gran burguesía nacional debía ser un actor fundamental, aunque las condiciones de lucha hayan permitido que la clase obrera adquiriera espacios impensados. El Kaismo no se aproxima a esto, aunque algunos elementos lo vinculen. Un peronismo clásico sin los “excesos” de los cuarentas ni los “extremos” de los setentas (cuando se pensó en la superación socialista del mismo). Con menor injerencia del Estado en la economía, menor vocación mercado-internista, menos presencia de los trabajadores, menos espíritu de grandeza y más conciliador. Un peronismo viable. Un peronismo posmoderno sin un proyecto nacional totalizador.
Quedaríamos truncos en nuestro análisis si no resaltáramos la importancia del contexto internacional en el que las política K se insertan. Más allá de la crisis mundial actual, América latina sufrió sus embates hacia finales de los 90 y principios de esta década. Desde ese momento todo cambió y el capitalismo latinoamericano viene creciendo sin cambiar su matriz primario exportador. Este crecimiento es una etapa regional, como dijimos, basado en el mejoramiento prolongado de los términos de intercambio por un lado (en Argentina estos son un 42 % superiores en el 2010 respecto a 1993). Y por el otro: el debilitamiento de la hegemonía norteamericana, que se origina también en el renacimiento de la competencia entre potencias y una crisis económica en las potencias centrales. Sin dudas frente a esta situación hay gobiernos que actúan de diferente forma, no es lo mismo Perú o Colombia que Venezuela o que Brasil. La crisis de dominación yanqui en nuestro continente sólo existe si se decide cuestionarla. Lo que nosotros creemos es que las condiciones mundiales y nacionales daban y dan para ir mucho más allá de lo que el K propone. Por el contrario creemos que la expectativa de una autonomía nacional sin políticas audaces nos esta haciendo perder un tiempo histórico favorable que no será eterno. Por último no sería posible pensar la política K en América latina sin los procesos de masas de Venezuela y Bolivia que generan un escenario inimaginable sin ellos.
Sin embargo el progresismo mantiene argumentos sólidos en su adscripción. La enumeración de las virtudes hecha al principio de este texto, la misma amortiguación y la reactivación vistas como virtudes, la necesidad de alianza de clases, aparecen ante los ojos de muchos como conquistas posibles para el desarrollo de la conciencia y el nivel organizativo alcanzado por la sociedad argentina en el 2000. Y, aceptada esta premisa, el Kismo es sin dudas un espacio político que garantiza un equilibrio progresista. Para ellos es “lo que se puede”, ir más allá sería llevar la confrontación a un nivel que, con la correlación de fuerzas existente, implicaría un suicido político, la pérdida de lo conquistado y la vuelta a los 90. Los K más avanzados insisten que éste es un paso a defender, un escalón alcanzado para avanzar en conquistas que ya vendrán cuando las condiciones lo permitan.
Aquí está un nuevo punto de discusión. Desde nuestra perspectiva lo que tenemos hoy es el modelo terminado y sus líneas generales no avanzan hacia un lugar que permita una mayor nacionalización de la economía (la composición extranjera de los capitales en argentina ha seguido aumentando durante la era K), ni hacia un cese del drenaje de riqueza al exterior, ni a un mayor y más justo plan de industrialización, ni a conquista obreras que devuelvan o eleven a la clase trabajadora un lugar preeminente en el reparto y la discusión de cómo gobernar la economía y el país.
El K es lo máximo que la burguesía estuvo dispuesta a aceptar en condiciones de crisis de hegemonía. Y hoy esa crisis de hegemonía no existe y fracciones del capital evalúan la necesitada de sacarse del camino al modelo K una vez cumplida su función. Que es lo que quiere la derecha. Pretende menos Chávez, menos tolerancia a los conflictos, menos DDHH. Y sobre todo tienen cierta desconfianza que en una situación de crisis el Kismo con sus múltiples compromisos no responda plenamente a sus deseos.
Nosotros no consideramos que Néstor Kirchner haya sido un líder de una dimensión que lo coloque a la altura de los grandes hombres y lo vuelva irremplazable. Por el contrario, siempre dijimos que Cristina también había aportado una serie de características al modelo K y, recordamos en este texto, un concepto fundamental adjudicado a ella “nuestro gobierno será de mucha política y poca economía”. Frase que puede tener varias interpretaciones: como que se recupera el valor de la política por sobre los tecnócratas de los organismos internacionales o, desde otro ángulo que seria un gobierno que priorizaría los gestos por sobre las transformaciones estructurales. No dudamos que Cristina supo pilotear la cabeza del Estado cuando, desde el mismo comienzo de su mandato, sólo encontró conflictos. El problema es justamente que el modelo K es compartido e impulsado por un núcleo muy pequeño de funcionarios. Los grupos de militancia Kistas que plantean que éste es un modelo popular y progresista que participan del armado de poder K no tienen espacios dentro ni fuera del Estado que los presente con poder propio. Ni Hebe, ni los piqueteros K, ni siquiera las agrupaciones surgidas desde el funcionariado o la gestión de políticas sociales, representan una alternativa para gobernar o garantizar la acumulación de poder suficiente para hacerlo, como se mostró en la 125. Aunque sin dudas desde ese momento creció una corriente de simpatía, independiente, a nivel pueblo que sin ser mayoritaria ni expresarse organizadamente sostiene conscientemente el modelo tal cual lo definimos acá.
Los que conocieron o se formaron influenciados o identificados con el liderazgo de Perón o Evita pocas dudas tienen de la diferencia de la movilización de masas y el nivel de compromiso popular con esos líderes respecto de K. Eso no nos hace desconocer que hay sectores del pueblo y de la juventud identificados con ellos y con capacidad de movilización. Ellos deben merecer algún tipo de atención en nuestra política. Recordemos que si aceptamos que los “desaparecidos, compañeros peronistas” como se canta desde los grupos Kistas, en “desafió” a la izquierda, estaríamos en una evidente paradoja. Nuestros compañeros ¿serían compañeros de Pedraza o del mismo Moyano, o de los diversos Fernández o hasta de Duhalde? Por eso reconociendo que la mayoría de los desaparecidos eran “peronistas” es necesario enfatizar que lo eran como enemigos mortales de los mencionados burócratas políticos y sindicales.
La creación del mito K es una operatoria que no resiste la historia. Como dato solamente podemos decir que Néstor Kirchner no pudo afrontar una elección con éxito y que era justamente el personaje elegido por los medios para demonizar y piantar votos. En su último desafío electoral contra el impresentable de De Narvaez fue tristemente derrotado. También fue derrotado en la calle por las movilizaciones pro-oligárquicas. Aunque sin dudas su nombre debe quedar asociado a algunos hechos importantes y era una persona clave en la dirección del armado político Kaista, la exageración que apareció en los medios oficiales y opositores es una barbaridad. Además tiene dos aristas. Una, la Kista: la necesidad de generar un mito que permita en el corto plazo fortalecer su espacio ante carencia de poder político concreto del grupo y permita movilizar en respaldo del modelo. Dos: desde la derecha, si Néstor era todo y Cristina nada, estaríamos ante una nueva isabelita (una barbaridad para gorilas sin cerebro que compran cualquier buzón) con el devenir ya conocido. En ese sentido también hay que tener cuidado, esos análisis no son producto de ignorantes, sino parte de una posible estrategia de la “derecha” que sondea caminos. La inmediata subida del valor de las acciones de las empresas argentinas en Wall Street cuando se conoció el fallecimiento de K no es un dato menor respecto de las opiniones de la burguesía y sus deseos hacia el futuro.
Hacia donde vamos
La muerte de Néstor Kirchner no genera ningún vacío de poder, lo que genera es que muchos oportunistas afilen sus colmillos y definan estrategia para generar condiciones para un nuevo reparto del espacio político que los coloque en posiciones de poder mayores. O para redefinir algunos aspectos ríspidos del modelo. O para minar el camino de Cristina hacia la reelección. Son sugestivas las palabras de Moyano: “los peronistas somos una familia”. Pero justamente K no expresaba eso, al menos expresaba la capacidad de moderar la hegemonía del PJ (la derecha peronista triunfante junto a los militares en los setentas) sobre el gobierno y generar la sensación de que corrientes progresistas podían tener cabida. Y con ello ganar fuerza por izquierda y minar la oposición desde ese lado, apareciendo siempre a la “izquierda” de cualquier oposición y descalificando por infantilistas a la izquierda, a nacionalistas o a revolucionarios. La idea de una “reunificación de la familia peronista” ha sido un rumor fuerte en estos días, ya sabemos lo que eso significa: el ya viejo PJ de derecha monopolizando el poder del Estado. Además es indudable que no hay candidatos K fuera de Néstor o Cristina con lo que si el Kaismo no surge con poder propio y referentes de masas, la deriva del mismo hacia el PJ será una cuestión de tiempo. Ya hubo señales muy fuertes de esto con las denuncias de abandono de la “transversalidad” y el recueste en el PJ tradicional.
Desde lo que nosotros pensamos, nuestra debilidad sigue siendo proverbial. Nuestro desafío sigue siendo construir organización capaz de pelear de forma que las masas puedan comprender y compartir lo que decimos. No somos furibundamente antiK y reconocemos que en la mediocre democracia argentina surgida en 1983 el periodo K hasta ahora se lleva la mejor parte. Creemos posible en esta etapa un programa de profundas reformas que conduzcan como una cascada hacia cambios estructurales y que acompañadas por la movilización y organización de las masas generen el poder necesario para sostenerlas. El tema que para nosotros eso es un cambio de modelo, no como los Kaistas creen, sólo su profundización. Por último decimos basta de eclectismo o ultrismo, como diría Gramsci estamos en un momento en que el divorcio entre el “saber y el sentir” corre el riesgo de dejarnos fuera de la historia.
Barricada TV 2/11/2010
Materiales de video
http://www.youtube.com/watch?v=7xTqIzTMgI4
http://www.youtube.com/watch?v=J-TlFpr3xCk&feature=player_embedded
http://www.youtube.com/user/Pedrix67?feature=mhum#p/f/14/R_RGGQSrkqM
No hay comentarios:
Publicar un comentario