Por Natalia Vinelli (Barricada TV)
Rodolfo Walsh sigue siendo una figura incómoda. Nacionalista, militante
peronista revolucionario, combatiente montonero, periodista, escritor, su
biografía suele “arreglársele” para hacerla menos disruptiva. La opción por la
lucha armada, y sus consecuentes reflexiones en torno a la función del
intelectual en el marco de los procesos emancipatorios, queda desenfocada
respecto de un compromiso de sentido más general. El sindicalismo tradicional
no se hace cargo de su obra, pese a que impulsó el más importante diario obrero,
el Semanario CGT de los Argentinos. Y
su reivindicación, si bien fue extendida en la última década, es mayormente
suavizada en sus intervenciones críticas.
Contra las visiones simplistas de la realidad, Walsh se concentró siempre
en la búsqueda de las causas más profundas. Esta decisión acompañó su propia transformación,
que lo llevó desde un nacionalismo antiperonista inicial hacia la izquierda
antiimperialista, para asumir luego la identidad del peronismo revolucionario.
Lo que implicó este tránsito en la práctica queda atestiguado en su historia,
en su obra y en las contradicciones que lo acompañaron a lo largo de los años, y
que fue volcando como notas en sus papeles personales.
Si bien no existe un cuerpo teórico sistemático, Walsh dejó para las nuevas
generaciones apuntes reflexivos, sumamente densos, sobre su propia experiencia
–extensible a las de otros y otras de su generación. A partir de esta praxis
podemos proponer una serie de tesis para pensar el ejercicio del periodismo y
la intervención política, inspiradas en su escritura y militancia. Sus textos
nos orientan; sus proyectos animan el impulso
de una prensa que no “esquive el bulto” ni se limite en la obsecuencia y la
repetición, sino que –por el contrario- provoque: como le dice a Ricardo Piglia
en una entrevista de 1970, la escritura puede ser, según como se la use, “un
abanico o una pistola”.
En estos tiempos, cuando la clase política, los medios de comunicación de
masas y un ejército de trolls en
redes sociales difunden mentiras que llaman “postverdad”, bien vale la pena recordar
la obsesión por el chequeo de la información del creador de la Agencia
Clandestina ANCLA –en sintonía con el valor y la inteligencia para descubrir la
verdad en las “Cinco dificultades” de Bertolt Brecht. También, su preocupación
por “sentir la respiración de un texto”, por elegir las palabras adecuadas; y el
reconocimiento de que todo orden nuevo –porque es social- es “contradictorio, a
veces épico, a veces fastidioso”, sin ceder a la propaganda ni callarse.
En esta línea es que escribimos, como propuestas, siete tesis sobre
periodismo, militancia y revolución en Rodolfo Walsh, en la búsqueda permanente
por contribuir al trabajo de la prensa alternativa y popular en esta nueva
etapa histórica. Pensamos que lo más vívido del autor de Operación Masacre se encuentra en las decisiones y en las acciones
que motivaron su camino, y en la proyección que esta experiencia acumulada tiene
sobre el presente.
1. Un
periodismo de intervención política
En el primer número del Semanario CGT de
los Argentinos salió publicado el “Programa del 1ro. de Mayo”, redactado
por Rodolfo Walsh. Sobre el final del texto de 1968, la combativa CGT-A realiza
un llamamiento a otros sectores de la sociedad, convocándolos a construir
espacios de unidad en la acción, que poco después se materializarán en el
Cordobazo. A los universitarios, intelectuales, artistas, les recuerda que “un
intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una
contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la
antología del llanto, no en la historia viva de su tierra”.
Walsh plantea algo más que el compromiso social con la clase trabajadora y
el pueblo: le preocupa la unidad entre pensamiento y acción, que ya se
expresaba en la investigación sobre los fusilamientos de José León Suárez,
cuando escucha en un bar de La Plata que “hay un fusilado que vive” y decide
salir a buscarlo en lugar de continuar con su partida de ajedrez. Toda esta
experiencia lo atraviesa en sus propias reflexiones sobre la literatura y el
periodismo, recuperando el testimonio y la denuncia como categorías artísticas
equivalentes a la ficción, y ubicando el oficio como “el arma más adecuada” para la etapa.
Cuando diseña el
proyecto de ANCLA, Walsh se plantea una agencia de noticias que ayude a parar
el golpe de Estado de 1976 con respuestas políticas, trabajando en el marco de
la inteligencia montonera. El periodismo como herramienta de intervención con
enorme capacidad movilizadora invita a pensar el oficio tan lejos del
refinamiento de elite como del neopopulismo de mercado (donde se genera la
ilusión de que hablan todos, pero no se escucha ni se sintetiza nada, excepto la
voz autorizada de la institución mediática). Entonces se trata de generar
acciones, de utilizar la máquina de escribir como un arma para la lucha
política: “según cómo la manejás –le contesta a Piglia- es un abanico o es una
pistola [...], con la máquina de escribir y un papel podés mover a la gente en
grado incalculable. No tengo la menor duda”. (1994: 62 y siguientes)
2. Una
escritura documental de hechos verdaderos
Uno de los debates que atraviesan al llamado “periodismo militante” es la
cuestión de la verdad, o mejor, si es válida la exageración o incluso la
mentira cuando se trata de enfrentar al enemigo. Dejando toda cuestión
moralizante de lado, pensamos que el periodismo de intervención política
inspirado en la práctica de Rodolfo Walsh está llamado a levantar “la verdad
cruda de los hechos, la denuncia directa, el relato documental” (Piglia, 1987).
La verdad cruda que sacude, explica, provoca, genera movimiento. Se trata de
respetar a ese pueblo del que el periodista surge y al cual el medio se dirige,
proponiendo claves de lectura de los sucesos, armando a los destinatarios con
nuevas herramientas y construyendo con ellos la perspectiva que lo orienta.
El periodismo popular no puede reducirse a papilla predigerida. La lógica
de la crítica ayuda a pensar la realidad, conocerla y transformarla. Todas las producciones en Walsh (las investigaciones
periodísticas, sus cuentos, los artículos en diarios y revistas, sus notas
personales, las entrevistas y su trabajo en Prensa Latina, el Semanario CGT-A, el diario de masas Noticias, la agencia clandestina ANCLA y
Cadena Informativa) muestran una atención clara sobre el tema de la verdad. No
le interesaba una práctica periodística para editorializar o solamente de
propaganda, y mucho menos obsecuente. En cambio, se observa en su trayectoria
una preocupación constante por chequear la información, por diversificar las
fuentes, por hurgar en el detalle para construir un discurso periodístico de
contrainformación capaz de ser apropiado en su belleza y, al mismo tiempo, ser útil
en el camino de la emancipación.
3. La
centralidad del habla popular
Francisco “Paco” Urondo escribió La
Patria fusilada a partir del registro oral y la transcripción precisa del
testimonio de los sobrevivientes de la masacre de Trelew, perpetrada por la
Marina el 22 de agosto de 1972. Urondo realiza las entrevistas en el penal de
Villa Devoto, donde entrevistador y entrevistados se encuentran detenidos, en
las vísperas de la liberación de los presos políticos inmediata a la asunción
de Héctor Cámpora a la presidencia de la Nación.
Piglia sostiene que el uso del grabador como instrumento técnico permitió “transmitir la oralidad con sus ritmos y su léxico. El
grabador, en algún sentido, ha disuelto esa problemática porque las palabras
que son ajenas al mundo letrado aparecen registradas inmediatamente en este
sistema de entrevista o reportaje. Por lo tanto, no se trata solamente de
captar el lenguaje mientras el lenguaje actúa sino también de acceder a
historias que estaban ajenas a la experiencia inmediata del escritor” (Piglia:
2013).
Walsh hizo el periodismo en la
calle, con el grabador colgado al cuello, registrando la vida cotidiana en el
noroeste argentino o recopilando las voces de la gente común en los barrios y
en las fábricas de Buenos Aires. ¿Quién
mató a Rosendo?, publicado por entregas en el periódico de la CGT-A, es una
de las expresiones de este arte documental radicalmente político, que nos
señala un camino para el tratamiento de las fuentes y, dentro de éste, para la necesaria
jerarquización de las voces populares.
En este sentido es
impactante la serie de notas sobre la Revolución Palestina, realizadas como
enviado especial a Medio Oriente por Noticias,
diario de masas de Montoneros, en 1974. Contra el corresponsal que escribe
desde el hotel o amparado en el ejército de ocupación, Walsh recopila
información mientras camina por las ruinas de una aldea libanesa bombardeada
por la aviación israelí:
“¿Cómo te llamás? Zaki.
¿Qué edad tenés? Siete. ¿Vive tu padre? Murió. ¿Qué era tu padre? Fedaí. ¿Qué
vas a ser cuando seas grande? Fedaí. El chico rubio de cabeza rapada y uniforme
a rayas que da estas respuestas en una escuela de huérfanos al sur de Beirut,
Líbano, resume la mejor alternativa que tras 26 años de frustración resta a
tres millones de palestinos despojados de su patria: convertirse en fedayines, combatientes de la Revolución
Palestina”. (Walsh, 2011: 148)
4. La
explicación totalizadora
Siguiendo con el ejemplo anterior, a partir del encuentro con ese chico de
cabeza rapada y con otros militantes de la resistencia, Walsh llega al fondo de
las causas de la tragedia palestina, a tal punto que aún en la actualidad sus
reportajes permiten comprender la raíz del conflicto entre ese pueblo despojado
de sus tierras e Israel, aliado de los Estados Unidos en Medio Oriente. Lo
mismo sucede con el capítulo sobre el vandorismo en ¿Quién mató a Rosendo?, que desnuda el modelo de funcionamiento de
la burocracia sindical; o la carta abierta a un año del golpe de Estado.
Este esquema que va de lo particular a lo general permite ubicar los
sucesos en el fluir de sus causas y consecuencias, devolviéndoles su
historicidad, lo cual es una de las tareas del periodismo alternativo y
popular. Frente al periodismo del puro presente que desconecta razones y
resultados, la praxis de Walsh enseña a ubicar los hechos en un sistema, haciéndolo
visible en tanto totalidad. Tornar la escritura manejable como un arma implica concientizar
sin subestimar al lector; identificar al enemigo, revelar el fondo económico y
social, denunciar el saqueo y la dependencia; como sostiene en 1972, plantear
“el poder para el pueblo” y cuestionar “los fundamentos del sistema
capitalista”. (Walsh: 1994: 178)
5. Distintos
medios según la etapa y el contexto
Lenin escribió en 1920 que la esencia misma del marxismo es “el
análisis concreto de una situación concreta”. Las experiencias periodísticas en las que
intervino Walsh dejan ver, justamente, sus distintas respuestas
comunicacionales según la realidad y el contexto. En la Cuba Revolucionaria
participó de la fundación de Prensa Latina; de vuelta en la Argentina, durante
la dictadura de Onganía, dirigió el Semanario
CGT-A; durante la apertura democrática del 73 escribió en Noticias; cuando este diario legal de superficie fue clausurado y
se profundizó el contexto represivo, comenzó a diseñar ANCLA, cuyo
funcionamiento quedó a cargo de Lila Pastoriza, Lucila Pagliai, Eduardo Suarez
y Carlos Aznárez (desarrollamos este tema en Vinelli, 2015).
Casi enseguida nació la Cadena Informativa, más
artesanal en su forma que la agencia clandestina; y finalmente surgieron las
cartas que llevaban su firma: Walsh ideó medios de comunicación adecuados al
contexto en que les tocaba desarrollarse, en función de una evaluación política
colectiva de la etapa. El instrumento debe ser funcional al objetivo y coherente
con sus condiciones de realización, que surgen del análisis preciso de la
coyuntura. Esto vale también para las transformaciones tecnológicas (ya
destacamos antes los efectos en la literatura testimonial del grabador para el registro
del habla popular, lo que lleva a plantearse paralelismos con el uso de la
tecnología digital, los celulares y las redes sociales), y para los marcos
regulatorios en las democracias representativas, que amplían o reducen las
posibilidades de la prensa alternativa en el marco de la legalidad.
6. Los/las
trabajadores/as de prensa
Walsh no confunde a
los/as trabajadores/as de prensa con “los amos del periodismo”, como escribe en
el prólogo al libro Los que luchan y los
que lloran, del fundador de Prensa Latina Jorge Ricardo Masetti. Por eso
los/las llama a denunciar los mecanismos de dominación “y preparar su destrucción, tarea
que corresponde a los trabajadores de la prensa en el marco más amplio de las
luchas del pueblo” (Walsh, 2004). Incluso, dirige la edición de 1973 de Caso Satanowsky “a los compañeros que
desde las comisiones internas, las Agrupaciones de Base y en particular el
Bloque Peronista de Prensa, combaten diariamente a la raza de los envenenadores
de conciencias: nuestros patrones” (Idem).
Contra la visión liberal del periodista aislado y supuestamente “objetivo”,
su convocatoria nos hace pensar en las implicancias de la sindicalización de la
prensa, su necesidad tanto para defender las condiciones de trabajo como para
lograr márgenes de libertad de acción frente a los atropellos, poniendo en
discusión temas sensibles que hacen a la profesión. En este marco, el sindicato
de prensa y la prensa popular tienen mucho que compartir, y una tarea común en
la lucha contra la concentración de la propiedad de las empresas
infocomunicacionales y sus efectos sobre la circulación de la palabra pública.
7. El
vínculo con el público
Finalmente, ¿de qué sirve reflexionar y producir todo lo anterior si no se
tiene en cuenta la llegada y la construcción del vínculo con un público activo,
capaz tanto de colaborar en tanto fuente como por su capacidad de convertir en
acciones las propuestas precedentes? Brecht
(1934) afirmaba que en el capitalismo el escritor se despreocupa por la
difusión de sus obras, al delegar la tarea en editores y distribuidores.
“Y se dice: yo hablo,
y los que quieren entenderme, me entienden. En realidad, el escritor habla, y
los que pueden pagar, le entienden. Sus palabras jamás llegan a todos, y los
que le escuchan no quieren entenderlo todo. [...] Transformar ‘la acción de
escribir a alguien’ en ‘acto de escribir’ es algo que me parece grave y nocivo.
La verdad no puede ser simplemente escrita, hay que escribirla a alguien. A
alguien que sepa utilizarla. Los escritores y los lectores descubren la verdad
juntos”.
La figura de Rodolfo Walsh sigue incomodando porque motiva muchas preguntas,
que van desde la producción hasta la circulación y el consumo de la
información. También porque interroga el compromiso asumido, y porque convoca a
un examen pormenorizado del periodismo que venimos impulsando, todavía, desde
los suburbios del sistema de medios. En definitiva, porque nos interpela sobre
el tema espinoso de la verdad en un contexto de cerco mediático.
BIBLIOGRAFÍA
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